lunes, 22 de junio de 2009

NUESTRO VINO Y SU HISTORIA, NOS HACEN GRANDES


Hoy la Vitivinicultura Argentina ocupa los primeros lugares a nivel mundial, alcanzando prestigio y reconocimiento de parte de los grandes críticos y conocedores, los vinos argentinos asombran y enamoran cada día más a consumidores del nuevo y viejo mundo, nuestro vinos han sabido ganarse el respeto en cada concurso o exposición en que se presentan, este logro es el fruto de una larga tarea que llevo muchos años alcanzar y que no concluye nunca, continúa creciendo, desarrollándose constantemente, perfeccionándose día a día, desde los trabajos en el terreno, en esos cuarteles bondadosos y nobles que cobijan nuestras vides, incorporando avances tecnológicos y demostrando el conocimiento, la capacidad y la buena mano de nuestros enólogos, todo esto y otros factores como la adaptación de las variedades a nuestro suelos de una manera distinta a otras partes del mundo, como el Malbec y el Torrontes, nuestro embajadores más representativos, nos hacen grandes, nos enorgullecen y nos dan ganas de conocer día a día más de su historia, una historia rica por donde se la observe, esa historia que empieza con la colonización y que crece a diario con el surgimiento de una nueva bodega o etiqueta. Hoy estamos orgullosos de nuestro tintos, blancos, espumantes y el ultimo grito, los vinos orgánicos, que ya son el objetivo de importadores mundiales, los que confirmaron esta semana en Mendoza, que el 99% de la producción nacional esta conquistando los mas exigentes paladares de otros continentes, por todo esto y mucho más, creo que es necesario revivir la historia de nuestro Vino Argentino.


Todo comenzó con la llegada a América de los primeros colonos, quienes en el equipaje de los previsores sacerdotes traían vino y vides, ya que debían contar con él, para oficiar la Santa Misa. En 1943, precisamente en las Antillas, surgieron las primeras plantaciones, pero el clima de la región evitó que los cultivos prosperaran, los conquistadores continuaron avanzando y es en México donde tuvieron éxito los primeros retoños.

De tierras Aztecas, el cultivo de la vid paso por Perú y luego llego a Chile, poco después, al cruzar la Cordillera de Los Andes, fue introducida en Argentina en el año 1543, extendiéndose por el centro oeste y noroeste del país.

En 1557 aproximadamente, los Jesuitas llegaron a la Ciudad de Santiago del Estero, donde un año después, de la mano del padre Juan Cidron, ya contaban con importantes plantaciones de viñedos.

Entre los años 1569 y 1575, con la llegada del padre Cidron, convencido por Juan Jufre, se inscribieron los primeros viñedos en Mendoza y San Juan, donde con el transcurso del tiempo se empezó a desarrollar una industria que transformaría los extensos desiertos en grandes y verdes oasis.

La vitivinicultura Argentina no siempre se recostó sobre las laderas de la Cordillera de Los Andes, en 1558 también florecía en Misiones y en menor medida en las provincias de de Córdoba y Santa Fé.

En 1853, Domingo Faustino Sarmiento, ejerciendo el cargo de Gobernador de cuyo por esos tiempo, contrato al agrónomo Frances Michel Aime Pouget, quien seria el encargado de reproducir las primeras cepas de Malbec en nuestro país. Los vinos de esa época eran producto de vendimias tardías, que aseguraban un alto grado alcohólico y terminada la fermentación del mosto, se los fortalecía, agregándoles lo que se denominaba el “cocido”, que no era otra cosa que mosto virgen concentrado en forma directa sobre fuego, hasta ese entonces la vitivinicultura argentina desconocía las investigaciones realizadas por Luis Pasteur sobre la fermentación alcohólica, las alteraciones en los vinos y los medios para prevenirlas.

El cambio comenzó recién en 1855, cuando Pouget creó la primera Escuela de Agronomía en Mendoza, esto sumado a las leyes de aguas y tierra y los conocimientos aportados por los inmigrantes europeos, dieron comienzo a una prospera época de innovación enológica.

A fines del año 1800, terminaría la travesía que cumplían los vinos al ser transportados por periodos muy largos en carretas a sus destinos finales, el litoral o la ciudad de Buenos Aires, ya que comenzaba a funcionar en cuyo un medio de transporte rápido y económico, “El Ferrocarril”.

Después de la Primera Guerra Mundial, los vinos argentinos fueron adquiriendo calidad y se comenzaron a importar cepas de países como Francia, Italia y España, las que se adaptaron al suelo y clima de una manera excelente, la industria siguió creciendo en calidad y en cantidad, abarcando para el año 1960, 242.324 hectáreas de viñedos, con un consumo por persona de 90 lts anuales.

No todo fue fácil en la historia de nuestra vitivinicultura, el su camino debió sortear dos grandes crisis, la primera debido a la gran depresión mundial de esos años, lo que produjo el cierre de muchas empresas, la caída de los precios, el consumo interno y las exportaciones, los vinos no se vendían y algunas bodegas debieron arrojarlos a las acequias, buscando una solución al problema el estado creó la Junta Reguladora de Vinos, lo que trajo cambios en la mentalidad del bodeguero, el que comenzó a producir calidad y no cantidad, se inicio la reconversión de los viñedos, se estatizo la Bodega Giol y se creó el INV (Instituto Nacional de Vitivinicultura).

La otra gran crisis que soporto el sector ya no se debió a la situación mundial, sino que fue a causa de los cambios de hábitos de los argentinos, se comenzó a reemplazar en la mesa de todos los días, el vino y la soda, por gaseosas y cervezas.

De 1979 a 1984 el consumo apenas alcanzaba los 21 millones de hectolitros, quedando un excedente en bodega luego de la cosecha de 40 millones. A partir de 1982 la situación comenzó a normalizarse.

En 1987, contábamos con 274.705 hectáreas de viñedos, la cantidad de kilos de uva había descendido radicalmente, pero todavía no podíamos hablar de vinos de calidad.

Mientras Chile ya había comenzado su carrera en busca de conquistar el mundo con sus vinos, en Argentina era solo una vaga idea de algún que otro productor, recién en 1991 se abrieron las fronteras y se comenzó a importar tecnología y bienes de capital, como el acero inoxidable, así la presencia de nuestros vinos en los principales salones mundiales comenzó a dar que hablar, fueron surgiendo las publicaciones especializadas que daban testimonio de este fenómeno, los vinos argentinos cada día ocupan mas hojas en guías, revistas y libros.

Muchos nombres, marcas y estilos de vinos han dejado su huella en esta historia, nombres como Goyenechea, Bianchi, Gargantini, Arizu, Orfila, Filipini, Furlotti, Basso, Pulenta, Giol, López, Correas, Tirasso, entre otros, también estaban los que agregaron a sus familiares como Toso Hermanos, Tomba Hermanos o Agustín Piccione e hijos, existieron los melancólicos que llamaron a sus vinos recordando el lugar de donde partieron de muy jóvenes, como Chablis, Borgoña, Burdeos, Oporto, etc., sin conocer las consecuencias que les traería utilizar nombres de una DOC, además no debemos dejar de nombrar marcas como, La Superiora, El Vasquito, San Pedro, Santa Ana, El Globo, Tupungato, Panquegua, como olvidarla si tanto la vi en la mesa de mis abuelos.

En estos últimos años hubo una inyección de sangre nueva, se crearon nuevas bodegas, se revivieron otras, se fusionaron otras tantas, no importa si los capitales son nacionales o extranjeros, lo importante es que cada día somos mas grandes, y nos enorgullecemos de descorchar una botella de procedencia Mendoza, San Juan, Neuquén, Salta, Catamarca, La Rioja, Río Negro, La Pampa, Chubut, hasta Entre Ríos y Tandil, porque sabemos lo que costo llegar y estamos convencidos de que podemos hacerlo mejor.

Esto es un breve resumen de la gran historia de nuestras cepas, pueden faltar nombres, pueden faltar fechas y datos, la idea era hacer un poco de memoria, quizás ahora sientas el verdadero valor de una botella de vino argentino.

Por la vitivinicultura Argentina, por todos los que la hacen y por todos nosotros los amantes de nuestro vino….

Salud!!!!!

1 comentario:

  1. Muy buenos los datos aportados sobre las familias bodegueras aunque faltan algunos comos ser ANGEL CAVAGNARO y FELIPE RUTINI quienes ya en 1900 fundaron lo que es hoy BODEGAS LA RURAL, CAVAGNARO a su vez en 1912 construyo en la zona de Maipu (Mendoza) una bodega ejemplar que es orgullo de la provincia y hoy pertenece a la firma Trapiche la cual le puso de nombre TRIBUTO en homenaje a don Angel cavagnaro y a los pioneros italianos que hicieron crecer la industria a nivel mundial

    ResponderEliminar